El 11 de septiembre se celebró la primera 'Noche en blanco' pacense. Esta ocurrencia municipal, importada como tantas otras, proyecta luz sobre las sospechas acerca de las gentilezas y mimos de nuestros gestores respecto al Casco Antiguo, un campo de operaciones donde se llevan a cabo hechos muy beneficiosos; dejando a un lado la cuestión inmobiliaria. Por una parte, la atención general es alejada de la realidad; una vez pasado el espejismo del Mundial: aquí no pasa nada o casi nada. Por otra parte, la ceremonia del éxito brillantemente corroborada por el cómputo borroso de los números, cantidad estimada de visitantes para la Administración local y cantidad muy estimada de euros para el gremio rey del barrio. La consecuencia de estas celebraciones, a todas luces concertadas por las dos partes interesadas, al menos a la hora de recoger los frutos, son ya conocidas. La acumulación frente a la selección, la hueca abundancia frente al criterio juicioso; el visitante se ve abrumado por la amplitud de la oferta, a la vez que se siente agradecido por la ilusoria posibilidad de elegir, como inmerso en una recreación de la libertad que nos ofrecen nuestros dirigentes y sus socios. Intereses políticos y empresariales camuflados como auténticos deseos de educar o liberar a los ciudadanos a través del arte, la historia, la música y demás parafernalia. Se trata de controlar y dirigir la ociosidad de las personas, explotando su actitud expectante y abierta, en busca de beneficios privados y electorales. La degradación cultural se disfraza de ocio cultural. Poco se puede gozar, discernir y, aún menos, opinar de aquello que la oscuridad y la masificación impiden ver con claridad.
Enlace al su publicación en el Diario Hoy
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